
Evidentemente, el anartismo chocadélico (ver entradas del blog del 2007), síntesis del anarquismo aplicado a la industria del entretenimiento y la herencia de las vanguardias artísticas de las primeras décadas del s.XX, no ha sido ni de lejos la única formulación de la problemática producida por la aplicación de los valores del mercantilismo en la cultura, y desde luego es una formulación individual sin trascendencia, pero q nos sirve para articular un discurso musical y político que nos permita seguir trabajando y creando a pesar de comernos la mierda a capazos.
Nada más apasionante que trazar un mapa y una cronología de los movimientos de respuesta político-cultural a la sociedad del espectáculo, porque en realidad es como elaborar un árbol genealógico en la que todos los miembros de la familia, aún en diferentes partes del mundo, están íntimamente relacionados. Desde el surrealismo militante de Aragon y Breton y el dadaísmo de Tzara y Picabia en la Europa de pre y entreguerras, a los planteamientos innovadores de la revolución soviética con un Rodchenko o un Eisenstein, pasando por la desorientada generación beat de Burroughs, Ginsberg y Kerouac en la norte-ámerica de los 50 o la alucinada revolución juvenil contra-cultural del movimiento jipi en los 60 que desemboca en la radicalidad del mayo del 68 y los nuevos planteamientos de la Internacional Situacionista en Francia y de King Mob en Uk, con su derivación violenta de la Angry Brigade y los Motherfuckers americanos, todos ellos protopunks y clara influencia en el punk de los 70, casi la última expresión de revuelta contra la sociedad del espectáculo, aunque llena de chancrismo e infantilismo, y en última instancia absorbida por la industria en su vertiente más inocua.

Está claro que la casi totalidad de estos movimientos se han comido la mierda o han sido integrados en el sistema y sus protagonistas muchas veces han terminado siendo unos vendidos, pero su legado ha producido momentos gloriosos en la cultura del s.XX y los seguirá produciendo en el XXI. Su radicalidad sigue siendo incómoda tanto para el sistema como para los movimientos anti-sistema más ortodoxos, y aprovechando las grietas en ambos siempre contaminará con locura y imaginación las expresiones culturales de nuestra sociedad.
O sea, estamos locos y quizás no tenemos ni puta idea de lo que queremos, pero seguro que esto, no. Y podemos aprender mucho del pasado. En próximas entradas hablaré sobre algunos de nuestros abuelos con más mala baba, y ya sabéis q somos los nietos de los perdedores, y que de nuestras derrotas hacemos canciones.