Corría el final de los noventa cuando Lalo, el amigote Ortega y yo mismo decidimos ir a Benicàssim. Era el principio de ese boom que parece no tener fin; el de los festivales de verano. En esos días reinaba el Brit-Pop y al Drum’Bass le llamábamos Jungle. La verdad es que la experiencia fue la leche; maratones de dancings guarros en la carpa dance ( esos Jedi Knights, eh Lalo?), colas interminables para no morir de deshidratación y como colofón , una tormenta bíblica que dejó nuestras pertenencias (bueno, y la tienda de campaña del coleguilla Felix) fosilizadas en el fango de ese campo de exterminio hiperpoblado al que creo que le llamaban “zona de acampada”. De hecho, fueron tres días o noches (era difícil saberlo en nuestro estado) tan trufados de anécdotas maravillosas y de recuerdos gloriosos grabados para siempre en algun punto del córtex, que decidimos presta y unanimemente no volver en la vida a hacer un peregrinaje festivalero semejante ( a lo sumo el Sonar, que se duerme en casa).
Pero, ay querido lector, la vida es lo que tiene. Nuestra insolencia veinteañera no contemplaba que hay otro tipo de festivales, el de los puretas. Convertidos por derecho y mérito en treinañeros de pro decidimos el Erektor, el Lalo, el Doc y sus respectivas partenaires (somos puretas, no te lo había dicho?) Anapiñigu, , la dibuixaire Musa y la Carrasco, junto con ese amante de la rumba y la buena mesa llamado Paco Mantecao, a viajar unos días al festival de Jazz de Donosti. Y es que cuando vimos el cartel de éste año tuvimos que darnos no un pellizco, sino una buena sarta de ñecas para comprovar que Living Colour, Issac Hayes y Sly & the Family Stone tocaban consecutivamente en San Sebastian (o que os pensábais, que íbamos a ver a Pat Metheny? Anda ya…).
Bueno , al lío. La primera jornada no pudo empezar mejor; una cena en una sociedad gastronómica gentileza del ilustre guaperas del Glaciar (chic@s, si no me creéis pasaros por ese insigne bar, y me enviais vuestros pareceres ), el guiputxi Sergio. Desde su terraza se divisaba el bolo de Chic Corea & Gary Burton entre sidra, marmitako, xistorra,risas y más sidra. Podemos decir que fue la mejor manera de escuchar Jazz. Ah, a Lalo le moló un acorde y decidimos que los respetábamos (bueno, también que respetábamos a Marc Knopfler). Lo de las sociedades gastrónomicas es un poco machistilla y un poco pijeras pero como visitante ocasional es excepcional. Vamos, lo dicho vale también para Donosti. Ya con un pedete de lo más sanote nos fuimos a la playa a ver (de gratix!) a Living Colour. Lo de estos tíos no tiene nombre. Hacen lo que les dá la gana como nadie. Estuvimos un buen rato discutiendo quién iba a por birras por que nadie quería perderse un segundo del bolo. Hubo pogo incluido de Erektor y Lalo, y sacamos nuestras melenas físicas y mentales (más mentales que físicas en algunos casos, alopecia obliga) al viento como hacia mucho que no lo haciamos. El extasis llegó con el bis, regalando una Should I Stay or Should I Go? de lo más metalfunkhardcoreta. Una gozada. Para acabar la velada, una fotillos con Vernon Reid y Will Calhoun y a dormir. CASI NÁ.
Lalo, Erktor y Doc con Will y Vernon. Vaya picaruelos!
El jueves teníamos otro recorrido musical de lo más manido, Isaac Hayes competía con la otra gran estrella del festival, el chuletón. Tras una mañana destinada a distintas actividades lúdicas (unos iban a la playa, otros al mecánico) fuimos a la Sidrería Donostiarra a comernos un brontosaurio para 6, así como unas exquisitas verduritas para la vegetariana de turno (tú si que sabes Musa!). Lo excelso de la comilona viene a cuento (a parte de daros envidia, qué carallo), para intentar justificar lo que vendrá a continuación; uno de los temas más espinosos y controvertidos de los últimos tiempos, el concierto de Isaac Hayes. Y es que con la caraja que llevaba y tras un breve arrumaco con la Carrasco nos fuimos corriendo al Kursaal. Y llegamos tarde. Y no nos dejaban entrar hasta que acabara el primer tema.Y oía vientos, cuerdas, una filarmónica entera distorsionada tras una cruel puerta que me separaba de Black Moses. Y maldije en no sé cuantos idiomas. Y finalmente tras los aplausos consigo entrar. Y…parecía un concierto de Kraftwerk! Era el repertorio esperado, con los mismos arreglos, pero en version económica. Cierto que necesitaba una buena siesta, pero mi asombro inicial derivó en un cabreo monumental; una puesta en escena de estar por casa, un sonido pésimo, una actitud de dejadez generalizada, sintes y más sintes…y un mr.Hayes realmente hecho polvo… . Me excuso otra vez si hiero la sensibilidad del respetable (la mitomania no es mi fuerte, sorry), pero el Shaft versión casiotone que se cascaron era sólo –digamos- para fans pero que muy fans. De verdad que no era necesario. Me quedo con sus discos.
Tras el desastre tuve mi anhelada siesta y todo se arregló. Aprovechamos los siguientes acontecimientos para crear un par de proyectos de lo más interesantes. El primero fué el de crear una banda de electro-jaus tras el deleite efectivo y vacileta de Cassius, unos franchutes que nos molaron cantidá. Lamentablemente el nuevo grupo , llamado Ligre, murió a los pocos minutos de crearse tras despedir a su mentora, Anapiñigu, aduciendo que lloraba. No obstante no perdimos del todo el tiempo; tras Cassius nos metimos una bacanal de pinchos entre pecho y espalda, y de entre todos ellos sobresalió, gentil, un pincho de gusto incomparable y textura sin igual. Acababa de nacer LA HERMANDAD DEL FOIE (FUÁ!). Juramos lealtad a la Hermandad (FUÂ!) y finiquitamos la jornada en la playuqui con de Horace Andy y sus jamaicanos. Reagge&Dub del chachi.
Lalo & Mantecao en la sesión fundacional de la Hndad. del Foie (FUÁ!)
El vierns la expedición se redujo drásticamente debido a obligaciones varias (jó, que rollo ser mayor! exclamaron algunos). La Carrasco, la Musa y éste reportero dicharachero nos quedamos de privilegiados testigos del bolo de nada más y nada menos que Sly&the Family Stone. Tras una deliciosa sesión de playa, dónde comprobamos tanto la afición de los donostiarras por el surf, como la nula afición de las donostiarras por el top-less (menos mal que estaban ahí mis chicas para poner las cosas en su sitio…), y más pinchos, y más shopping (los de Loreak Mendian ya son cómo de la família a su pesar…), nos fuimos, temprano, a la plza. De la Trinidad a pillar sitio. Y qué sorpresa cuando allí nos encontramos cual adolescentes en un bolo de Bisbal, a numerosos coleguillas del funkybusiness ( Sutil, Marcos Boricua, un Pendejo más excitado de lo habitual –que és mucho decir- con 12! Discos de Sly para ser firmados). Y es que de eso se trataba, de una Family Affair. Así que tras unos voluntariosos Cherry Boppers, llegó el Dance to the Music! La familia Stone nos apabulló desde la primera nota; hits uno tras de otro, sonando como una apisonadora, Supongo que es de recibo decir que Sly es ahora un mutante, que se pasea unos pocos minutos por escenario, más pendiente de arengar al público que de cantar y tocar, pero – y aviso para machotes; me voy a poner cursi- lo que quedó patente es que su legado está ahí, vivo; aunque “sólo” Cynthia Robinson ( sus gritos de gata siguen igual de afilados…) quedara de la formación original; el espíritu de la banda flotó durante hora y media por Donosti, y nosotros a lo nuestro: gritar, saltar, llorar… . A diferencia del dia anterior, no era necesario saberse los temas ni la bio del artista, aquello era una bendita Celebración para el creyente y el descreido. Ese Sly mitad-hombre mitad-cosa consiguió convertir aquello en lo que siempre han sido sus bolos, una fiesta, entonando un apoteósico Higher hasta tres veces (mención especial para el director musical, impasible mientras nuestro protagonista alteraba el show cuando le venía en gana y lo convertía en una jam pá colegas), presentó a su hija, nuera, niñera… (family affair again), y nos hizó cantar el Thank You más íntimo y sincero. Sólo me cabe decir : Gracias a ti, tío. Pura catarsis.
Tras lo acontecido sólo quedaba ir a tomar copas para mojar la saliba, sentarse en la Plaza Constitución con un vodka-tonic y rememorar. En la playa tocaba la siempre interesante Neneh Cherry, así que pasamos de ella y nos quedamos con el recuerdo húmedo de nuestro bolo, entre licores y risas.
Después de eso, poco más. Un poco de guirismo el sábado, y la Carrasco y el prenda de vuelta en tren nocturno en camarote “gran clase”, que gracias a renfe significa que esos supuestos Eva Marie Saint y Cary Grant que subieron al tren parecieran una vez en él,dos secuestrados en un zulo de uno por dos trufado de ácaros, con la sensación de que estábamos siendo castigados por no pillar el avión.
En fin , Doc on Jazzaldia 07: esos días en que cambiamos el puré con frankfurt por el chuletón, la tienda de campaña por la casa rural, a los Chemical por la família Stone, a Benicassim por Donosti. ¡Que bonico ser mayor!